Abres los ojos, 3DS en mano con Luigi's Mansion. 5:30 de la mañana. Central de Autobuses Papagayo, Acapulco Guerrero. Aire acondicionado a todo lo que da. Chamarra invernal puesta.
—Atención pasajeros, hemos llegado al destino final, buena estancia.
—Sonaba en los parlantes del autobús.
Al bajar las escaleras, las miradas fijas y burlonas de los acapulqueños al ver que los poblanos en pleno enero, con 30 grados bajaban con chamarras para montaña.
¿Cómo se atreven?
—Seguramente pensaban.
—Buen día jefe, bienvenido, ¿necesita un taxi?
—Me dijo un taxista local en shorts mojados, abriendo la puerta de su vochito blanquiazul con luces neón que deslumbraban los ojos.
—Gracias, estoy esperando a alguien. —Contesté seguro de lo que decía.
En ese momento procedí a sacar mi teléfono que uso para todo menos para lo que originalmente era un teléfono. Abrí la aplicación de Uber (Porque millenial) y oh sorpresa.
—¿Qué paso jefe, lo dejaron plantado? —Dijo el taxista con su acento, ya saben, burlón y acapulqueño al darse cuenta de mi cara de sorpresa.
Resulta que en uno de los destinos turísticos más demandados por los habitantes del centro del pais, no existe Uber. No lo podía creer y no tenía planes de tomar un taxi que parecía antro de mala muerte. Abrí Google Maps, la playa no estaba tan lejos. Procedí a irme y simular que todo estaba bien mientras pensaba en todas esas noticias que había leído antes de hacer el viaje.
"Acapulco, dentro de las 5 ciudades más peligrosas del mundo".
"Se registran 32 homicidios dolosos el mes pasado"
¿Qué puede salir mal? —Pensé.
Me dirigí caminando con mi maleta de rueditas desde la central hasta la playa más cercana.
El google maps marcaba que ya estaba en La Avenida Miguel Alemán. Ya saben, el presidente de México en los 40's que construyó la carretera México-Cuernavaca y que se parecía físicamente a Walt Disney.
Atravesé la calle, pies descalzos, maleta atascada en la arena. Noche estrellada. El sonido de las olas en la oscuridad me daban miedo, algo inexplicable. Turistas gringos madrugando en short mojado corriendo para evitar vendedores de pescadillas.
7:00 de la mañana; había pasado casi dos horas contemplando el horizonte, viendo un barco de la marina atracado y escuchando a lo lejos disparos que yo quise imaginar eran fuegos pirotécnicos que claramente nunca vi.
Google maps en mano, VIPS claramente no era la opción, pero era el único lugar que abría a esas horas. Puerta de cristal, empleadas listas para recibir órdenes de comida. Aire acondicionado a todo lo que da. Resulta que no era el único demente (obvio) que esperaba con ansias la apertura como perro en carnicería, como vagabundo en panadería. De pronto flash, una chica con bikini azul.
—¿Por qué no?, estamos en Acapulco. Claramente la gente anda en bikini a las 7 de la mañana afuera de un VIPS sin pena alguna, —Pense.
Entré, pedí unas "nunca fallan" enchiladas suizas y café. La promoción de desayuno me exigía decidir entre jugo o fruta. —Lo que tú quieras. —Le dije con tono amable a la mesera que traía un gafete que decía "en entrenamiento".
Terminé y pagué con mis vales de despensa electrónicos godinez aplicando el 20% de propina a la mesera que decidió llevarme jugo de mandarina. Muy buena elección.
Eran las 9 de la mañana. Teléfono en mano.
—Hola, buenos días. Soy H, la persona que le va a rentar el departamento. —Dije a la persona al otro lado de la línea.
—Buenos días, claro. A sus órdenes, lo espero en 5 minutos para darle las llaves. —Respondió una persona con voz aguardientoza. Podía percibir mentalmente su estado post fiesta.
—Claro, estamos en Acapulco, aquí siempre es fiesta. —Pensé
—Ok, me parece bien, allá lo veo. —Respondí sin juzgar su tono de voz.
Al llegar al lugar de la cita, estaba un personaje que describiría como DJ chavo ruco tropical mirrey.
Gafas de sol en tornasol, collar hecho de conchitas de mar y dientes de tiburón, playera sin mangas y short mojado.
—¿Qué pasa chaval, todo bien, todo correcto?
—Y yo que me alegro. —Respondí y noté no que reconoció la referencia. Me daba igual.
Me entregó las llaves y procedí a subir hasta el piso 17 de un edificio cerca del Baby-Oh!, mientras escuchaba como crujía aquél elevador claramente setentero, de la época dorada del reinado acapulqueño de Luis Miguel niño. Tapizado con alfombra morada y un material que simulaba ser madera barnizada.
Llave en la cerradura, perilla gira a la derecha, suena sensor de movimiento, se enciende automáticamente el aire acondicionado. Todo parece bien. Me dispongo a buscar cámaras ocultas como ritual que practico a cada lugar que voy. Sigue pareciendo bien. Al revisar el balcón no pude resistir imaginarme como era sentir un temblor en un posible epicentro en un piso 17 de un edificio.
Este edificio fue construido previo al terremoto de 1985 y sigue de pié.
—¿Qué puede salir mal? —Pensé.
Hice un simulacro mental.
Llaves en el portallaves, obvio, quitas el seguro de cadena, abres, sales, cierras, bajas por las escaleras, no corres, no empujas, no gritas. Si llegaste el final, cruzas el estacionamiento, abres la reja y sa...
No, espera. Es más fácil subir al techo, ya que solo te faltan 3 pisos para llegar. —Pensé.
Sí, eso es. Subo al techo. Ya está. Plan por si tiembla, check. —Razoné.
Continuara...